jueves, 8 de diciembre de 2022

La princesa prisionera

Cada tarde subo a la torre más  alta del castillo donde ella está encerrada, la escalera es empinada y parece que está tapizada de recuerdos de aquel tiempo cada vez más lejano . Cuando llego a la sala redonda donde ella me espera mi respiración es fatigosa. Aquella juventud que parecía eterna empieza a abandonarme.

Ella sigue igual solo en sus ojos se advierte el paso del tiempo, la soledad y la esperanza vencida. Aunque hermanas también éramos amigas, el mundo parecía creado para nosotras, todo a nuestro alrededor  era fértil y frondoso, los frutos y los animales hacían que el entorno de nuestro castillo fuera idílico.

Las dos cabalgábamos juntas ella disfrutaba del paisaje,  a mi que desde pequeña mi padre me había adiestrado en el manejo de las armas, me gustaba más ojear y ver donde se podrían encontrar más animales para la temporada de caza.


Tuvimos varios amoríos, pero ninguno resultó ser lo que ambas buscábamos.

Pero un  día llegó él fue una mañana fría de invierno pero luminosa y alegre, como a aquél ser maravilloso que nos llegaba como llovido del cielo. Era alto rubio con unos ojos azules como el mar, dulces y acariciantes pero a veces se asomaba a ellos un fuego que calcinaba todo lo que ponía a su alcance 

Iba de paso había una reina que en un país grande y lejano le esperaba para hacerle rey  entregándole  riqueza y poder en un anillo de oro.


No tenía prisa era como un niño que encuentra un juguete, se adueñó de nuestro pequeño reino y de nosotras. Nos escribía poesías, tocaba el laúd, componía bellas canciones y nuestra pequeña corte vivió unos meses en un sueño dorado. 


Nos cortejó a mi hermana y a mí hasta que  las dos nos enamoramos de él. No nos importó compartir nuestro lecho con él y que se llevara la virginidad de ambas. 


Llegada la  primavera, partió una mañana igual que había llegado. Nunca más volvimos a saber de él. Mi hermana desde ese día se subió a la torre y hace varios años que vive allí encerrada. Yo lo sentí pero también pensé que nuestro reino necesitaba de mi, que en la vida había muchas cosas que hacer, que vivimos una aventura preciosa pero nada más. 


Mi visita de esta tarde es para hacerla saber que voy a contraer matrimonio con un príncipe bueno y generoso, al que pienso querer  y respetar.


-Nuestro reino necesita descendencia, ¿lo  entiendes? - le  pregunté.


-Sí- contestó- Sé que las dos somos muy diferentes y  te deseo toda la felicidad del mundo. Yo lo soy viviendo de mis recuerdos. 


Tendré que seguir subiendo a la torre más alta del castillo siempre que quiera verla.


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